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Menos de 40 metros cuadrados son suficientes para vivir y, además, vivir bien, sin estrecheces. Es lo que defienden los propietarios y constructores de minicasas (tiny houses), una corriente, casi una moda, que gana adeptos por el mundo. Aboga por reducir el tamaño de las viviendas con todo lo que eso supone: precios de compra más bajos y equiparables a lo que cuesta un coche nuevo, menor mantenimiento y menor gasto energético. El germen se sitúa en Japón en la década de los noventa consecuencia de los precios desorbitados de la vivienda, pero es en EE UU donde la corriente estalla impulsada por la crisis económica e inmobiliaria de 2008. Y también en Reino Unido, donde se han publicado varios libros y existe una asociación de propietarios de casas pequeñas. El movimiento recala en Francia en 2013 y desde hace unos años también en España, donde la tinymanía ha empezado a despertar simpatías gracias a un programa de televisión llamado Minicasas.